La improvisación está reñida con la motivación (salvo en el arte)

Hace un tiempo, durante una reunión de trabajo con un cliente, planteamos la necesidad de crear un calendario conjunto, en el que marcar eventos y días significativos como deadlines o fechas tope para poner en marcha algunas campañas y acciones comunicativas. Fue la mejor decisión que tomamos desde la primera vez que nos estrechamos la mano..

Para una persona o pequeña empresa en la que hay que producir o importar, relacionarse con proveedores, atender a clientes, pensar en balances y despachar con nosotros, la tarea de planificar es una sobrecarga y lo entendemos. De hecho, no es sólo ponerse frente a un papel en blanco y pensar en qué comunicar y cuándo, sino que lo más difícil suele ser abstraerse para poner el foco como un cliente más, como si la empresa no fuese suya, ni las responsabilidades, ni la competencia apareciendo con anuncios publicitarios en Instagram.

Esa tarea de abstracción, foco y diseño de estrategias es fundamental, y sabemos que es una montaña difícil de escalar.

Improvisar como principio del fin

Vivimos rodeados de tópicos y frases hechas que afectan -muchas veces negativamente- a nuestro rendimiento y cosmovisión. “Empezamos y ya vamos viendo”, “vamos sobre la marcha”, “poco a poco y buena letra”, “todo saldrá bien al final” y cualquiera otra que ahora mismo revolotee por tu cabeza, suelen ser el principio de un fracaso a nivel estratégico. Improvisar es, además de la peor decisión posible, una hoguera para la motivación de quienes te acompañan, sean socios, trabajadores o partners. ¿Imaginas que subieras a un autobús y el conductor dijera “yo piso y ya veremos a dónde llegamos”? Pues tú eres ese conductor o conductora. 

Piensa ahora en tus pasajeros.

Planificar para mejorar la motivación

Seguramente, al empezar este 2025 te marcaste unos objetivos en cuanto a hábitos saludables, a economía doméstica o a viajes por hacer. La planificación y marcaje de objetivos permite el seguimiento, la trazabilidad de las acciones y el cálculo de éxito o de mejoras. En cuanto a la comunicación de tu empresa o proyecto, estamos ante un mismo supuesto, en el que el trabajo constante va a dar unos frutos (en los objetivos domésticos puede ser perder peso, ahorrar dinero, y en la empresa aumentar la clientela, asociarse o incrementar plantilla). ¿Cómo saber en qué punto nos encontramos si no marcas objetivos y no tenemos perspectiva? 

Cuando no sabemos a dónde vamos el camino se hace más largo, más pesado y nos inquietamos. Conocer el punto de llegada y los avatares del camino permite tener más claro el dibujo general y los métodos resolutivos para que sea mejor. En la comunicación esto es, si cabe, más evidente, y también lo es en la gestión de los recursos humanos, de tus compañeros y trabajadores. La incertidumbre quema la motivación, y tirar de improvisación garantiza que habrá inquietud, algo que es incompatible con una elevada motivación.

¿Cuántas veces no has ido fuera de plazo y has pensado “envío esto así como está”? ¿Qué sentías en el momento de terminar ese proyecto?

¿Muchas ganas de que salga bien o ansiedad por quitártelo de encima ASAP?

Deja la improvisación para el arte, y pongámonos a planificar desde ya.