Desde hace unos años, se ha convertido en un mantra la defensa de las 3 R en el cuidado del medio ambiente. Inicialmente impulsada por Greenpeace, organización ecologista por excelencia, se ha elevado al grado de mainstream la norma de reducir, reutilizar y reciclar. Y para reutilizar términos, desde Neula defendemos que puedan aplicarse estas tres R a la comunicación respecto al funcionamiento interno de cualquier organización, y muy especialmente en la relación agencia-empresa, orientándonos a los resultados.
La primera R: Reducir
Es casi una ley física que cuantos más canales e intermediarios tenga un mensaje o una idea, menor caudal tendrá cuando desemboque en las personas encargadas de darle forma. Por tanto, la reducción en este caso viene a referirse a reducir los tiempos y obstáculos entre el origen de la idea y su ejecución. Esto, no obstante, puede contradecir las dinámicas de creación de un plan: un departamento tiene una idea, lo eleva a una comisión que la enriquece, establece un deadline y termina por ser asignada al departamento responsable.
Por reducción nos referimos al uso inteligente de las nuevas herramientas para trasladar esa idea matriz en una realidad, asignando tareas o tickets en el caso de ciertos CRM, permitiendo realizar un seguimiento concreto del proceso y su implementación. Piensen sino en cuántas ideas quedaron en el tintero porque no llegaron al organismo responsable de darle forma o, lo que es peor, cuántas ideas no se comunican ni se proponen porque saben que es tirar a la basura el tiempo y el esfuerzo.
Reutilizar es posible, sobre todo, con datos
Mencionábamos más arriba los CRM, pero no hace falta irse tan lejos. Cualquier acta de reunión, material impreso o audiovisual que sirva como apoyo a la exposición de una idea, o unas notas garabateadas en un cuaderno, son material que puede germinar en un proyecto vertebral. No hay que denostar los soportes o los formatos, sino que debemos tener claro que la realidad es poliédrica y las ideas no preguntan si es buen momento para aparecer. Y no disponer del soporte para recogerlas y para reutilizarlas en diferentes formatos (sea físico o digital), es perder un inmaterial muy potente.
Un dibujo en Google Keep, una nota en Trello o incluso un mensaje de Whatsapp al grupo creado con nosotros mismos, puede ser el inicio de algo grande.
Reciclar y reciclarse, porque todo es dinámico
Quien no cree en el reciclaje profesional está vendido. Quien no apuesta por el reciclaje formativo de su personal, está condenado. Reciclar conocimientos, fortalecer el bagaje y el know how empresarial es un must, algo irrenunciable. Libros de estilo, manuales de marca, el “aquí siempre se ha hecho así” o “nuestro logo es sagrado aunque sea más feo que Picio” son síntomas de una enfermedad que puede ser terminal; ser permeables a una adaptación de formatos, a un “probemos este modelo de gestión de personal”, o “esta imagen representa al pasado y quiero que mi empresa esté en el futuro” son antídotos, pues no hay campaña de marketing que compense un peso muerto del que no queremos librarnos. Y todo eso contamina, y los clientes lo ven.
Pero hay alguien que lo ve antes que ellos y que nosotros mismos: la competencia. Empecemos a aplicar esas tres R antes de que ya no pueda ni reciclarse, ni reutilizarse, ni reducir nada.