Sin proactividad no hay éxito. Es así incluso para que te toque la lotería: tienes que tener la proactividad de comprar un décimo para activar la posibilidad de que el azar te premie.
Con el trabajo de una agencia ocurre lo mismo: las agencias aportamos proactividad pero no puede sustituir a la proactividad de la empresa. Como planteamos en el artículo sobre posicionamiento y el papel de la empresa, la implicación del cliente es clave y no puede haber una delegación de las funciones en la agencia. Somos complemento, no el impulsor suplente de la empresa.
Las agencias aportamos nuestra proactividad, bagaje y experiencias previas, con aprendizajes basados sobre todo en errores y también en algunos aciertos: es una proactividad enfocada en los objetivos. El empresario o emprendedor que recurre a nosotros tiene (o debe tener) la proactividad del amor por su proyecto, las ganas de hacerlo crecer y las ideas para ello: es una proactividad enfocada en el proyecto. Sin esta última, pueden marcarse mil objetivos, que ninguno será posible porque falta lo más importante en un organismo: el corazón.
Sin corazón, una cosa es sólo una cosa. Ocurre como en el cuento infantil de Pinocho, que cobra vida cuando le dan un corazón, metáfora que nos encaja perfectamente para ilustrar esta situación que se da no pocas veces. La comunicación y el marketing son herramientas, son las extremidades de un tronco mayor, que si no tiene un corazón sólo servirá para mover brazos y piernas sin un punto de apoyo, como una tortuga panza arriba. Sin una proactividad empresarial, sin un impulso como si fuera el ritmo del corazón, un proyecto empresarial es un muñeco de madera inerte. Las agencias podemos mover los hilos como una marioneta, pero no será un ser vivo sin el corazón.
Sé Gepetto y dale corazón a tu empresa. Nosotros ponemos el café y nos encargamos de los hilos.